CRÓNICA SÉPTIMA
Templo arruinado
La guerra seguía su curso. Tras una corriente
ganadora del imperio, la contienda se había estabilizado. No habían más
conquistas y todo se mantenía en equilibrio, más las batallas no cesaban. Los
planetas cambiaban de dominio a cada batalla. Echain iba apareciendo con sus
tropas en los diferentes puntos del frente, aunque cada vez más, Darth Thanaton
lo mandaba contra posiciones fuertemente blindadas que llevaran tiempo
resistiendo los asaltos para que así cayeran definitivamente.
El tiempo transcurría sin cambios importantes. Ahora
predominaba el Imperio, ahora la República, pero ninguno de los dos bandos
conseguía eliminar al otro. Estando en sus dependencias de Kaas City, Echain
recibió un mensaje de su antiguo amigo Lord Scaurgy citándolo a las dependencias
de su maestro, Darth Malgus. Intrigado, decidió ir a la cita.
Al llegar, se encontró a Lord Scaurgy y a Darth
Malgus, esperándole.
-Adelante- le dijo Malgus.- mi aprendiz te ha citado
aquí para ver si estarías interesado en participar en la batalla definitiva y
decisiva contra la República. Te conozco. Ya no solo por lo que de ti me ha
contado mi aprendiz, si no porque todo aquel que tiene relación con el consejo,
sabe que este tiene en alta consideración tus capacidades.
-Has llamado mi atención. Continúa por favor. En que
consistirá esta batalla?- dijo Echain.
-Atacaremos Coruscant. Mientras las tropas eliminan
toda resistencia en la ciudad, vosotros dos junto a un grupo de otros siths
entrareis en el templo Jedi y os reuniréis allí dentro conmigo. Entonces,
empezará la purga. El templo Jedi caerá. Coruscant caerá. La república caerá.-
Dijo Malgus
-Cuenta
conmigo entonces.-Dijo Echain.
Tras un par de semanas acabando de perfilar el plan
de ataque y tras dar las pertinentes instrucciones a sus tropas, embarcaron en
la nave que les llevaría a la derrota de la República.
El plan era sencillo, aunque como todos los planes
podía salir mal. Malgus entraría por la puerta principal mientras una
mandaloriana contratada se infiltraba en los niveles superiores. Una vez
dentro, llegarían ellos atravesando la puerta con la nave. Al parar bajarían y
eliminarían a todo jedi que allí se hallara.
Mientras Malgus entraba y las puertas se cerraban,
el ataque a Coruscant se inició y la nave que transportaba a los sith empezó su
trayectoria directa a la puerta del templo. Tras un fuerte golpe, seguido de
otro al chocar contra la puerta y contra el suelo respectivamente, y tras
arrastrarse durante unas decenas de metros, la nave al fin paró. Entonces el
portón se abrió y los sith empezaron el ataque.
Echain y Scaurgy se dirigieron a la posición en la
que Malgus se hallaba enfrentándose a varios enemigos. Todo y el efecto de la
sorpresa, los jedis seguían siendo mayores en numero, pero como siempre, eran
inferiores en rabia. Tras muchas veces entrenando juntos, conocían la forma de
luchar del compañero, así que ambos empezaron a realizar las series de ataques
que se conocían del otro, compaginándolas a la perfección y abriendo brecha en
las posiciones de los aún aturdidos Jedi. Empezaron a separarse para
desarrollar cada uno sus particulares luchas y darse espacio para no
estorbarse. En mitad de la refriega, Echain vió como Scaurgy se dirijía a otro
Sith y le clavaba el sable en la espalda. Asimismo vió que un jedi iba a
aprovechar ese momento para atacar la espalda de este, así que sin dudarlo
lanzó el sable al tiempo que con la fuerza tiraba del entonces sorprendido jedi
provocando que este se empalara con el sable. Lo recuperó y tras cruzar una
mirada con Scaurgy y ver una mirada de agradecimiento en las facciones
normalmente severas de este, siguió buscando objetivos. Se centró en un punto
donde parecía que los jedis resistían el asalto y tras correr hacia allí
realizó un gran salto y se plantó en medio del grupo. Dejó de luchar por el
control de su cuerpo, ya que era algo que cada vez le requería más esfuerzo y
el ancestro no dejó escapar la oportunidad.
Arrinconado en una parte de la consciencia vió como
su cuerpo era llevado a limítes insospechables con tal de infligir dolor,
mutilación y muerte. Iba notando como a cada golpe el poder del cuerpo
aumentaba. Los pocos sith que se hallaban cerca retrocedieron ante el vendaval
de furia e ira que Echain mostraba. Varios jedi intentaron hacerle frente pero
todos acababan muertos. Al final, alguien que parecía un gran maestro se plantó
frente a él. El jedi se lanzó al ataque, y contra todo pronóstico, Echain acabó
herido. El jedi siguió atacando y otra vez Echain se llevó otra herida. Al ver
que estaba consiguiendo herir a su rival, el jedi apretó más en sus acometidas.
Tras un rato de combate ambos contendientes se separaron. De golpe, Echain,
todo y tener diversas heridas en su cuerpo, empezó a reír. El jedi estaba
anonadado, pues sabía que había hecho blanco muchas veces y que el sith debería
haber muerto. De golpe, un terrible empujón lo sacó de su ensimismamiento al
empotrarlo en la pared. Estando en el suelo, notó que empezaba a ahogarse y
para espanto suyo, observó como las heridas de su enemigo empezaban a cerrarse.
Echain saltó sobre el y empezó a atacar. El jedi cayó muerto tras recibir
varios cortes y Echain siguió su camino buscando a más objetivos.
Una vez el templo estaba en ruinas, salieron a la
ciudad. Fueron entrando a los distintos edificios de lo que se intuía como la
zona noble, ejecutando a todo aquel que osaba rebelarse. Mientras iban piso por
piso, se llevaron a muchos de los hijos de Coruscant, tanto aquellos que
mostraban conexión con la fuerza, como a otros que servirían simplemente como
rehenes.
Tras varias horas de combate, Coruscant había caído
y el senado intentó hacer un trato con el Imperio Sith…contra toda imaginación,
este aceptó el trato, firmando así el Tratado de Coruscant. Todos volvieron a
sus respectivos hogares, menos todos aquellos niños y niñas que el imperió
llevó tanto a Korriban como a Kass City.
Con el tratado se firmaba la paz, pero era una paz
tensa que todo el mundo sabía que no podía durar para siempre…y cuando esta se
hubiese roto, Echain estaría allí para volver a atacar a la República allí
donde más daño pudiese hacer.
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